Tenía dos opciones, volver a casa
y afrontar la realidad, su incapacidad de controlarse y que era altamente
probable que volviese a hacer daño a su madre o a su abuela; o, como segunda
opción, seguir huyendo. Quizás era muy joven, quizás era una inconsciente, o
quizás su cuerpo estaba lleno de miedo pero la segunda opción le pareció la
mejor a la pequeña ondina en aquel momento.
Mihu la acompañaba y, aunque
Niyati no lo sabía, también la protegía de seres que para ella eran invisibles.
Tras algunos días vagando, llegaron a una zona deshabitada conocida como la fosa
de Aktha’ha, donde había ruinas de una antigua ciudad. Era fácil vivir allí, no
había nadie a quien poder herir y la comida no escaseaba con toda la flora
silvestre que había crecido con los años de abandonos. Pese a ello, Niyati no
había olvidado a su familia, con quienes habló en una rápida visita en la que
les indicó la zona por donde estaba viviendo, sin concretar nada para que no
fuesen a buscarla.
No pasó mucho tiempo hasta que
empezó a explorar la fosa en profundidad, descubriendo un antiguo templo,
oculto entre las algas y cuyas trampas seguían activas, como comprobó en su
propia carne. Mihu nunca hablaba, aunque le hacía saber que la entendía y,
aunque muchas veces Niyati le preguntaba su origen, él nunca sabía cómo
contestar, la mímica tiene un límite.
Con los años, se volvieron
expertos exploradores de la fosa, lo que llamó la atención al poblado y no
tardaron en llegar grupos de aventureros de todas las razas, que mediante
hechizos podían seguir respirando, y que buscaban historias que contar sobre
sus hazañas bajo el mar, retos o sentían curiosidad por lo que escondía la fosa
de Aktha’ha, que con el tiempo se descubrió que eran símbolos similares a los
que había en la antigua casa de Niyati, pero que hacían referencia a una vieja
leyenda, que hablaba de una isla mágica donde habitaban los dioses, o al menos,
la diosa Ixchel. La presencia de viajeros le permitió a la ondina aprender
formas de canalizar su poder, pero no siempre servían, pues la magia que corría
por sus venas era incontrolable y no siempre funcionaban los conjuros. Pese a
todo, esto le daba algo más de confianza a Niyati, quien empezó a utilizar su
propia magia para defender a los visitantes de las múltiples y variadas trampas
que se escondían por todo el tiempo y cuyo mecanismo parecía no estropearse
nunca.
Los exploradores iban y venían
con las corrientes de agua y llegó un punto en que dejó de prestar atención a
sus nombres y procedencia, pues todos iban con las mismas historias, cambiando
nombres, quizás el lugar de procedencia, pero al final siempre era lo mismo,
hasta que llegaron ellas.
Llegaron con la marea de la
mañana, como la mayoría y nada a primera vista les hacía diferentes. No eran el
grupo más numeroso o variopinto que se había presentado frente a la casa de
Niyati, llevados allí por las indicaciones de los pueblerinos, quienes siempre
mandaban a los aventureros con la joven ondina quien, pese a tener algo más de
control sobre sus poderes, prefería seguir viviendo sola, se había acostumbrado
a compartir su vida únicamente con el alegre Mihu.
Niyati salió de casa, como todos
los días con el arpón en la espalda, preparada para una nueva incursión en
Aktha’ha, cuando se encontró con ellas, y las miró sorprendida. Solo eran dos,
y la ondina ya se había acostumbrado a los numerosos grupos de exploradores que
terminaban echando a suertes quienes la acompañarían en cada incursión y
también, aunque no siempre saliesen con todos ellos, sí se había habituado a
que los aventureros llegasen con todos sus miembros intactos.
Frente a ella se encontraban dos
figuras femeninas de espaldas, de piel blanca decorada con múltiples tatuajes
que de estar en tierra firme hubiesen estado tapados por la ropa pero que bajo
el mar podían apreciarse a primera vista. Un primer vistazo le bastó a la
ondina para saber que sus clientas eran magas, algo que demostraban sus
múltiples tatuajes y que una era humana y la otra una semielfa, como se deducía
al ver sus orejas, algo más puntiagudas que las humanas, y su altura, ya que
era más alta que la mayoría de los humanos que habían llegado hasta allí.
Carraspeó un poco, haciéndose
notar, con lo que ambas figuras se giraron a verla.
— Buenos
días, soy Niyati y éste — alzó la mano, a lo que Mihu, con forma de pez de
colores gigante se acercó hasta que la mano de Niyati quedó en su cabeza — es
Mihu, somos los guías, ¿y el resto de vuestro grupo?
— Solo
somos nosotras dos. Esta es Lady — dijo la semielfa señalando a su compañera
con su único brazo — y yo me llamo Alexandra. Venimos a…
— Si
sois magas supongo que a lo que venís es a investigar los escritos sobre
Adalari, como todos — le cortó Niyati, mientras se agachaba a ajustar las
correas que sujetaban la daga en su pierna.
— Esto…
no del todo —respondió la humana, captando toda la atención de Niyati— yo sí
vengo para estudiar los escritos pero mi compañera Alex… tiene preguntas muy
distintas.
Niyati miró a la semielfa con
renovado interés. Era extraño encontrarse semielfos, pero también encontrarse
magos que sufriesen amputaciones, algo más habitual en guerreros que en
hechiceros. La curiosidad brotaba de Niyati, quien esperaba con brazos cruzados
a que esta hablase.
— ¿Alguna
vez has oído hablar de un barco hundido llamado el Titanic? — preguntó
Alexandra
— ¿Cómo?
Lo siento pero la mayoría de los barcos que llegan hasta aquí abajo están
demasiado rotos como para poder leer los nombres y si lleva tiempo aquí quizás
no se vea por los moluscos que crecen sobre el cascarón hundido. ¿tienes alguna
descripción?
— Tengo
algo mucho mejor.
Alexandra sacó un extraño
pergamino rectangular envuelto en una película transparente y se lo entregó a
Niyati. Esta admiraba fascinada el objeto, de bordes blancos encuadrando un
lienzo perfectamente pintado en el que no se apreciaban los trazos del pincel.
— Curioso
pergamino — dijo mientras se lo devolvía— pero no he visto nunca ese barco,
¿estás segura de que está aquí?
— No
es exactamente un pergamino, es un nuevo artilugio mágico llamado polaroid,
captura imágenes, pero sí, estoy segura de no haberme equivocado de lugar… pero
puede que sí de tiempo.
— ¿A
qué te refieres?
— Nada,
nada — la interrumpió Lady antes de que fuese capaz de responder — Nos habremos
equivocado de localización, pero lo de Adalari sí que es aquí ¿no? ¿Nos
llevarías?
Niyati se encogió de hombros, no
le importaba mucho la historia que tuviesen las aventureras, por mucho que
trajesen con ella artículos tan extraños como esa polaroid. Subió al lomo de
Mihu e hizo un gesto a las otras dos para que hiciesen lo mismo. Eran pocas,
por eso lo permitía, de haber sido un grupo más grande hubiesen perdido tiempo
nadando hasta allí.
A lomos del pez de colores
gigante, en cambio, apenas tardaron en llegar. Las primeras trampas eran
sencillas, apenas había que evitar tocar el suelo algo que, teniendo en cuenta
que se podía nadar porque el templo estaba bajo el agua, era un juego de niños.
Las flechas, las caídas y el resto de los mecanismos eran más complicados de
evitar pero Niyati ya los conocía de tantas veces que había atravesado los
mismos pasillos, por lo que no hubo problemas en llegar a la última sala.
Esta era la habitación por la que
Lady había viajado tantos kilómetros, con la esperanza de encontrar alguna
mención sobre la misteriosa isla de Adalari. La sala era completamente redonda,
con un ornamentado altar vacío en el centro y las paredes llenas de
inscripciones en la antigua lengua de los ancestrales. Rápidamente la humana
echó mano a donde solía llevar su morral con el bloc de notas pero claro, esta
vez lo había dejado en la superficie. Niyati observó el gesto y rodó los ojos.
— Novata—
murmuró para si misma antes de acercarse a ella con unas hojas impermeables que
hacían en el pueblo, así como una versión modificada de un lápiz para que
escribiese — toma, esto te ayudará.
Dicho esto se sentó sobre el
altar, sabedora de que iban a estar horas allí encerradas, hasta que Lady
hubiese saciado su curiosidad. Alexandra miró un momento el altar y, quizás por
respeto a lo que en algún momento fue un lugar de culto, se sentó en el suelo
frente a ella, con lo que tenía que alzar la cabeza para mirarla a los ojos.
El silencio llenó la sala,
únicamente interrumpido por el sonido de los garabateos de Lady, pero a ninguna
de las dos parecía incomodarle.
— Así
que… ¿tiempo incorrecto? — preguntó Niyati, no queriendo admitir la curiosidad
que despertaba la extranjera en ella
— Sí,
una larga historia — contestó la aludida mientras se masajeaba el muñón del
brazo izquierdo— que Lady no se entere de que te lo estoy contando pero, la
verdad es que no soy de aquí.
— Emm…
eso es obvio, eres una semielfo. Sería extraño que vivieses aquí.
— ¿Me
estás retando? — contestó con una sonrisa pícara— no, me refiero a que no soy
de aquí, de este tiempo.
— Entonces,
el pergamino ese de antes, ¿es uno de los inventos del futuro?
— Pensaba
que estarías más sorprendida, la verdad — dijo Alex mientras se reía — sí, son
una de las muchas cosas que se fabrican en el futuro. ¿En serio eso es lo único
que te llama la atención?
— Eres
una maga, o así lo pareces, así que no me extraña que exista la posibilidad de
viajar en el tiempo. Por lo que has
dicho antes, supongo que el barco que buscas se hundió en algún momento entre
mi presente y el tuyo, así que ¿qué vas a hacer ahora?
Alexandra apartó la mirada de ella
y recorrió la estancia con los ojos, fijándose en un juguetón Mihu que había
encontrado una piedra que lanzar y recoger él solo, escena que le hizo sonreír.
— Según
mis cálculos, debería haberse hundido ya, o no quedará mucho para que eso
ocurra, así que no creo que sea correcto realizar otro salto temporal, podría
terminar demasiado lejos, así que, si me lo permites, haré de tu presente el
nuestro.
Niyati no pudo evitar escanear a
la joven semielfa con la mirada y sonrojarse cuando ella la pilló, al mismo tiempo
que terminaba la frase.
— ¿Y
tu amiga? — preguntó señalando con un movimiento de cabeza hacia Lady, quien
parecía haber terminado y se acercaba a ellas.
— Ah,
no te preocupes por mí, tengo trabajo en lugares más secos que este. He
aprovechado unos días de vacaciones en los que Dragtar anda ocupado para venir
hasta aquí. Por cierto, gracias por guiarnos y sabes, si algún día quieres
salir a tierra firme y descubrir más lugares maravillosos como este, búscanos —
dijo mientras le entregaba a Niyati un pergamino mágico, de los que no se
deshacen al contacto con el agua y cuya tinta el tiempo no borra.
— Dudo
que quiera irme.
— Como
sea, yo solo te doy la opción.
Dicho esto y, tras recoger los
bártulos pertinentes, volvieron hasta la casa de Niyati, momento en que las
tres se separaron. Lady con intención de volver a tierra, Niyati volviendo a su
casa y Alexandra yendo al pueblo de ondinas, con intención de mantener su
palabra y compartir el presente y quizás el futuro, con la ondina que acababa
de conocer.
Normas y bases del OrigiReto2019:
Objetivo: 11. Narra la aventura de alguien que viaja en el tiempo
Objetos ocultos:
- 27. El Titanic
- 23. Una foto vieja o Polaroid
¡Hola!
ResponderEliminarComo me encantan sus aventuras, es algo de lo que no me puedo cansar de leer. Tienes una mente impresionante, yo no se como inventarme los nombres de los personajes, ni los lugares. Es algo que envidio jejejeje. Gracias por esta alegria.
¡Hola!
EliminarComo siempre, es una alegría verte aquí cada mes. Para los nombres soy bastante desastre así que o utilizo generadores automáticos o busco una palabra que les defina y la voy traduciendo a varios idiomas hasta encontrar algo que me suene bien. De normal mis personajes se llaman X o Y hasta que termino el relato y entonces es cuando empiezo a preguntarme cómo se llaman.
Gracias a ti por estar aquí todos los meses.
Nos leemos pronto :3