Las lágrimas
flotaban en pequeñas gotas, subiendo como una cascada invertida que tenía sus
inicios en los ojos de Niyati quien se acurrucaba en el bosque de altas algas
que tapaban todo lo que había alrededor. En aquella maraña de plantas
subacuáticas podía fingir que estaba lejos, que estaba sola y, sobre todo, que
allí no podría herir a nadie. Con los brazos rodeando sus rodillas y la cabeza
gacha, pensaba en la escena que tenía que estar dándose en casa. El médico no
tardaría en llegar, echaría un ojo a las heridas y en cinco minutos ya tendría
hecho su informe, donde lo más seguro es que hubiese subrayado el hecho de que
todo había ocurrido por culpa de la magia.
El tiempo
parecía pasar a una velocidad distinta, solamente visible por el tenue
movimiento de las plantas. El silencio sería ensordecedor de no ser por los
sollozos de Niyati, cada vez más bajos.
De no ser por la quietud del lugar, no hubiese podido escuchar un aleteo
cercano. Levantó la cabeza, preocupada, incapaz de ver entre la tupida
vegetación, con lo que empezó a subir, siguiendo el rastro que minutos antes
habían estado dejando sus propias lágrimas. Mientras subía, buscaba con la
mirada el causante de aquel ruido, algo que no le resultó difícil.
Un inmenso
tiburón parecía haberse dado cuenta de la presencia de la ondina y empezaba a
subir, esquivando las algas para no engancharse. Niyati empezó a nadar con más
prisa, ligera como una pluma, reprochándose mentalmente en no haber prestado
atención a su entorno, cuando eso es lo primero que enseñan en la aldea. Nadó,
pataleó con fuerza, pero una de las algas se enroscó en su tobillo,
impidiéndole escapar. Veía como el gran
animal se acercaba y, entre sus ropas intentó encontrar su daga, la que siempre
llevaba cuando salía de casa pero, al haber huido con el pijama, esta no
estaba. El tiburón empezó a dar vueltas a su alrededor, disfrutando de tener
una presa que no iba a escapar y ella, cada vez más nerviosa, empezó a
retorcerse, intentando escapar del agarre de la planta, consiguiendo únicamente
empeorar la situación.
El animal la
observaba, curioso, como si estuviese relamiéndose antes de dar el primer bocado,
quedándose quieto frente la cara de la ondina para, sin previo aviso, acercar
el morro, intentando emular una caricia.
—¿Qué demonios…? – se le escapó a Niyati,
mientras intentaba apartarse, pero no podía y el tiburón repitió la acción.
Miró al animal,
asustada y confundida ante esa actuación, tan poco habitual en el gran
depredador cuando este se tumbó panza arriba y empizó a dar vueltas sobre si
mismo, una escena cómica y extrañamente desconcertante.
Alargó la mano,
confundida. Parecía que el animal no tenía intención de hacerle daño, lo que se
confirmó cuando este acercó la cabeza, permitiéndole acariciarle.
—Tú no eres un tiburón, ¿verdad? – murmuró sin
dejar de acariciarle - ¿qué eres?
A modo de
respuesta, el tiburón empezó a cambiar de forma. Un pez, una tortuga, una
medusa, un cangrejo y, finalmente un pez de colores. Niyati abrió los ojos
sorprendida, cayendo en la cuenta de que lo que tenía delante no era ni más ni
menos que uno de los espíritus de las leyendas.
—Mihu… - susurró, diciendo casi sin querer el
nombre por el que se llama a esos míticos seres. El animal frente a ella
asintió, dándole a entender que no se equivocaba.
Había alguien
allí. Alguien a quien le salía agua por los ojos. Agua salada que subía en
pequeñas gotas hacia la superficie. ¿Por qué salía agua de ese ser? ¿Qué hacía
allí? Y, lo más importante ¿por qué no le saludaba? Qué maleducada…
Se acercó a
ella, pero no levantó la cabeza. Sacó la lengua para probar esas extrañas gotas
flotantes. Sabían a tristeza, a miedo, a desesperación. Era igual a cómo olía
ella. Intentó acariciarla para quitarle la tristeza, no le gustaba la gente
triste, pero la atravesó. No estaban en el mismo plano, comprendió el espíritu.
Tendría que cambiar. Se alejó un poco de donde la ondina lloraba y cambió al
plano físico. Sabía que de hacerlo delante de ella se habría asustado.
Comprueba no haberse dejado ninguna parte sin crear, o al menos, que sea un cuerpo
funcional. Puede que sea algo más grande que los tiburones habituales, pero es
que él no se siente cómodo en cuerpos tan pequeños.
Se acerca hacia
ella, y sabe que ahora sí le nota. Ve cómo alza la cabeza. Se alegra, ahora
podrá ir y ayudarla. Quizás estaba triste porque se ha perdido. Con este cuerpo
podría ayudarla a volver a su casa. Extrañamente, la ondina se puso en pie y
empezó a nadar. No, hacia allí no, allí son más tupidas las algas, podría
quedarse enganchada, él lo sabe bien, más de una vez tuvo que cambiar de forma
para poder escapar de las malditas plantas.
Nadó hacia ella con prisa, intentando apartarla de ese lugar, pero solo
conseguía lo contrario, que la bípeda acelerase y se acercase todavía más a las
plantas, hasta que, un par de metros delante de él, se paró.
Miró por qué
había parado. Una de esas extrañas aletas de la ondina estaba atrapada por un
alga. Ya apenas se olía la tristeza, pero en cambio había mucho más miedo.
Normal, estaba atrapada en un lugar extraño, con una planta en su aleta
rara. Empezó a dar vueltas alrededor de
ella, buscando la manera de ayudarla a escapar. La boca de tiburón era
demasiado grande como para ayudarla, podría hacerle daño. Los seres materiales
son demasiado fáciles de romper. La ondina buscaba algo entre sus pieles, pero
pareció darse por vencida. Oliendo el
miedo, intentó consolarla. Recordaba haber visto a una madre acercar el hocico
a la cabeza de las crías para aliviar su miedo y él intentó imitar la acción,
fracasando. La bípeda se alejó, quizás había algo más que la estaba asustando.
Intentó repetir la acción, pero se repitió la escena, con lo que él comprendió
que el miedo no se debía a las plantas, sino a él.
No sabía cómo
explicarle que él no era peligroso. No sabía hablar esa lengua, pese a
comprenderla de una manera muy básica, así que hizo lo que cualquier cachorro
haría para jugar. Se puso frente a ella, con la panza hacia arriba y empezó a
rodar, como si estuviese jugando.
La ondina dejó
de oler tanto a miedo, predominando la confusión. Alargó la mano y él se
acercó, permitiéndole acariciarle, demostrando que no tenía que temer de él,
solo quería ayudarla.
—Tú no eres un tiburón, ¿verdad? – murmuró la
ondina sin dejar de acariciarle - ¿qué eres?
A él le
brillaron los ojos de la ilusión. Ella lo había entendido, pero no podía volver
a su forma original, ella no lo vería, así que cambió de forma las suficientes
veces como para que captase la idea. Sabía que en los pueblos submarinos
todavía se contaban historias sobre los espíritus como él.
—Mihu… - susurra la ondina.
El asintió, sabía que ese es su nombre, los seres del pueblo subacuático siempre le habían llamado
así.
Mihu en su forma de espíritu. |
Normas y bases del OrigiReto2019:
Objetivo: 18. Escribe dos versiones de un relato cambiando el género de los personajes, de manera que cambie el significado o relata un hecho que sea la excepción a lo habitual.
Objetos ocultos:
- 15. Una pluma
- 6. Un informe médico
¡Hola!
ResponderEliminarMe encanta este cuento, sobre todo Mihu, me parece tan tierno y fiel. Niyati es una niña encantadora y aún inocente, pero fuerte y luchadora. Vuestras historia es fantástica y emocionante. Oleee
¡Hola!
EliminarNo sabes lo feliz que me hace ver que está gustando esta pequeña historia que vamos creando Érica y yo. Mihu es adorable e inocente, tanto que hasta me costó escribir desde su punto de vista.
Espero que sigas disfrutando la historia en los próximos meses
Nos leemos pronto :3
Un saludo
Hola,
ResponderEliminarMe ha dado mucha pena la segunda parte, pobre Mihu intentando acercarse a la niña y ella no reconociéndolo... lo has descrito muy bien. Al final me has sacado una sonrisa cuando se ha puesto a jugar y se han reconocido.
Muy bonito :)
Hola
EliminarMe alegra leer que te haya gustado. De hecho la idea es que hasta ese momento no se conocían, así que es un primer acercamiento entre los dos personajes.
Nos leemos pronto :3
Un saludo
Buenos días
ResponderEliminarYa que he relacionado mi microrrelato con el tuyo, qué menos que comentártelo puesto que me lo he leído :). Me ha gustado mucho la forma en que describes cómo la ondina huye porque ha hecho algo malo pero que no puede controlar. Me ha gustado también como, al final, los dos personajes consiguen entenderse a pesar de lo difícil que lo tienen.
Un saludo.
Juan.
Hola
EliminarMe lo he leido hoy, me ha hecho muchísima ilusión ver que unías el microrrelato. Me alegra que te haga gustado el relato.
Nos leemos pronto :3
Una historia muy tierna, me ha gustado. Me resulta interesante el contraste de pasar de criatura que hiere a criatura que teme ser herida. Además de tierna, alguna palabra me ha hecho sonreír, como el detalle del pijama de la ondina, es tremendo, disculpa pero no he podido evitar imaginar visualmente a la ondina llorosa con su pijama de Winnie The Pooh. No me esperaba que fuera una historia de cambio de perspectiva, ahí también me ha sorprendido. Y ese cambio de perspectiva está muy logrado, me ha encantado la parte del espíritu y le ha dado sentido a todo. Por poner dos mimimimis, nada más. En un párrafo la historia pasa de relatarse en pasado a presente "Miró al animal, asustada y confundida ante esa actuación, tan poco habitual en el gran depredador cuando este se tumba panza arriba y empieza a dar vueltas sobre si mismo, una escena cómica y extrañamente desconcertante". Creo que tendría que estar todo en la misma forma verbal. Y por último una duda que se me queda. Si tiene magia capaz de herir, ¿por qué rebusca una daga? Quitando ese mimimi y esa dudilla, un gran relato. Felicidades :-)
ResponderEliminarHola
EliminarGracias por el comentario y por avisarme sobre el cambio de tiempo, ahora lo arreglaré.
En cuanto a por qué no utiliza la magia, hay que tener en cuenta que estos relatos hablan de la infancia de Niyati y poseer magia y saber utilizarla son dos cosas totalmente distintas. De hecho en el relato que va inmediatamente antes que este (marzo) ella huye de casa debido a sus poderes, así que en una situación de este estilo, no creo que ella confiase en utilizarlos.
El hecho de tener una daga o un cuchillo es un pequeño guiño a los buceadores, quienes en su equipamiento deben llevar siempre un cuchillo , habitualmente atado a la pierna y que se utiliza justamente para cortar algas, así que presupuse que siendo seres que viven bajo el agua, se les enseñaría desde siempre a llevar una daga con ellos.
Nos leemos pronto :3
Genial relato, lo de la canción me ha parecido bastante inquietante la verdad y pobre eso de tiburón y lo de no poder tocarla... yo no sé, espero que tenga arreglo porque es bastante inquietante y muy triste, ciertamente.
ResponderEliminarÁnimo con el siguiente mes y genial de nuevo con mayo también, un abrazote ^^
.KATTY.