Finalmente libres

Siendo el mes de abril, me corresponde a mí continuar con las aventuras de Dragtar y Niyati. Si queréis saber qué ocurrió después de obtener el botijo, y cuales son los actos que les han llevado hasta  lo que ocurre en el relato a continuación, os recomiendo pasaros por la web de @EricaFortuny.

Miro a mi alrededor, con los ojos tan abiertos que creo que se me van a salir de las órbitas ¿Será así el día a día en la superficie?  Porque a nadie le parece sorprender tener a un ángel delante, o que un objeto se mueva por si solo. Me miro las manos. Dos veces en un día he sido capaz de canalizar la energía y no sé muy bien cómo, sobre todo teniendo en cuenta que congelar el botijo fue un acto reflejo, no pensaba que algo así pudiera funcionar.

―Y ahora ¿qué hacemos? El trato era acompañarte a entregar el botijo y lo hemos cumplido, así que ve sacando el dinero Dragtar – rompe el silencio Naxen extendiendo la mano hacia el mediano.

―Así es… aunque yo no he recibido lo que se me prometió – responde este mirando con desagrado al ángel, quien ha evitado que Belcebú cumpla su deseo.

Vaya estupidez hacer un trato con un demonio simplemente para añadir algunos centímetros a su altura.

―Si quieres te puedo prestar algunos tacones, pero eso no cambia que sigas siendo un enano – digo con una sonrisa, viendo cómo se tensa al escucharme llamarle enano.

―¡Mediano! Maldita sea ¿tan corta de mente eres como para no saber diferenciar entre enanos y medianos?

―Quizás el estúpido eres tú al creer que algo iba a salir bien en toda esta historia – respondo rodando los ojos.

El resto permanecen callados, entretenidos con el intercambio de pullas. Incluso el ángel ha terminado de acicalarse las alas y nos mira, mientras sus manos dan vueltas alrededor del búcaro que tantos dolores de cabeza está provocando.

―Pensaba que la magia de los espíritus del hielo era algo que los mortales no podían aprender – comenta posando sus dorados ojos en mí.

Siento cómo el resto del grupo también se me quedan mirando. No es habitual escuchar hablar de los espíritus del hielo. Más allá de la zona de los glaciares prácticamente nadie sabe de ellos, y mucho menos de sus variadas habilidades.

―Nunca tuve que aprenderla –respondo con un hilo de voz, sintiéndome pequeña ante el ángel, quien asiente, comprendiendo lo que implican esas cuatro palabras.

―¿De qué habláis? – interrumpe Kert, quien parece no ser capaz de leer entre líneas.

―No hay muchas magias capaces de congelar almas – explica el ángel mientras alza el botijo para que todos vean como la escarcha lo cubre por completo – ha sido todo un acierto que estés aquí. Ahora deshazlo, hay que liberarlas para que esto no vuelva a pasar.

Miro el botijo y al ángel mientras me retuerzo las manos. Nunca he sido capaz de deshacer el hielo… de ser así mi vida hubiese sido muy distinta.

―No…no sé cómo se hace… - murmuro con la cabeza gacha.

―Así que después de todo, tus poderes no son para tanto – replica Dragtar, vengándose de mis comentarios sobre su altura.

―No saber hacerlo no implica que no seas capaz de ello. Acompañadme, iremos a devolver estas almas a donde corresponden – afirma el ángel antes de emprender el vuelo.

Rápidamente salto sobre Mihu, quien no necesita indicaciones para seguir a la figura alada y miro hacia abajo, donde Naxen, Kert y Dragtar se quedan mirando por un momento, antes de subirse a los caballos y seguirnos por tierra.

Podría acostumbrarme a esto pienso mientras siento el viento juguetear con mi pelo y la tibia calidez de Mihu bajo mis piernas. Volamos persiguiendo la luna, hasta que el sol nos sorprende empezando un juego de luces y sombras con el paisaje.

Descendemos en un claro cubierto de lirios rojos, como si se tratase de una gota de sangre en medio del verde lienzo que es la pradera.

―¿Qué hacemos aquí? – pregunto al ángel mientras esperamos a que llegue el resto.

―Esto es el cementerio.

Cuando lo dice, mis ojos recorren el prado, en busca de alguna señal o lápida que lo indique, pero no logro encontrar nada.

―No busques, es una fosa. Nadie señala esta clase de lugares, porque nadie quiere reconocer que estas barbaridades se hacen.

Nos quedamos en silencio, admirando el paisaje, escuchando el trote de los caballos acercarse, hasta que las figuras de los tres componentes del grupo aparecieron frente a nosotros.

―Ya era hora – exclamo cuando los veo llegar.

―Sí, sí, no todos tenemos una montura voladora como tú – contesta Kert con una sonrisa mientras desmonta – Bueno, y ahora que estamos aquí, ¿qué se supone que hay que hacer?

Todos nos giramos hacia el ángel, en busca de la respuesta. Este extrae un arma de una funda en la que ninguno habíamos reparado hasta el momento. No reconozco el metal del que está hecha, pues la hoja de la daga es completamente transparente, permitiéndome ver a través de ella, con finos hilos de oro que se extienden por el centro de la misma hasta enroscarse formando la empuñadura de la misma.

―¿Qué piensas hacer con eso? – dice Naxen, la primera en darse cuenta de que se acerca a nosotros con la daga en la mano, a lo que ella responde extrayendo su espada y blandiéndola frente a ella.

―Demostrarle que sí es capaz de deshacer el hechizo – responde apuntándome.

Un escalofrío me recorre la espalda cuando siento la intensa mirada del ángel clavada en mí, al tiempo que se acerca con el arma en la mano.  Mi instinto me dice que me aparte, que esto no va a salir bien, pero mi cuerpo no responde. Intento gritar mientras miro al resto, quienes parecen haberse quedado también petrificados, pero la voz no sale de mi garganta y me siento perdida en el oro líquido de los ojos de la alada figura que se acerca, hasta quedar cara a cara, apenas separados por unos centímetros.

Noto como la daga se clava en mi piel, con un tacto frío de cristal, que contrasta con el cálido líquido que escapa de mi cuerpo, pero soy incapaz de apartar mi mirada de la suya.

Escucho a Mihu en la lejanía. Apenas puedo ver nada más allá de los dos soles que tengo frente a mi y poco a poco noto como mi propio cuerpo cae al suelo, pero el dolor del golpe no llega.

El grupo entero observa cómo el ángel se acerca a Niyati daga en mano y la hunde en el brazo de la ondina. Algo más debe estar ocurriendo, pues ven como sus labios se mueven y la joven hechicera cae al suelo, desvanecida.

El ángel se da la vuelta y unta sus dedos en la sangre que recorre la daga de cristal, para hacer una serie de intrincadas runas sobre el botijo.

Mihu vuela hasta su compañera y el resto le siguen de cerca. Naxen comprueba que continúa viva y, cuando avisa al resto, escuchan un crujido. Los ojos de todos se vuelven hacia el ángel, quien parece haberse dedicado a decorar el botijo, cuya grieta empieza a crecer, al tiempo que la escarcha que lo rodeaba se deshace.

―Ya está hecho – murmura la alada figura con una sonrisa, al tiempo que suelta el objeto, que cae al suelo rompiéndose en mil pedazos.

Todos observan, boquiabiertos, como pequeñas luces empiezan a surgir de entre los pedazos de cerámica y llenan el claro, como si de miles de luciérnagas se tratase. Embelesados, alzan las manos con intención de rozar alguna de ellas, se ven tan cálidas y hermosas… pero sus dedos solo tocan aire.

Las luces rodean al ángel por un momento, quien sonríe y mira al grupo.

―Mi trabajo aquí ya está hecho – mientras empieza a desvanecerse – cuidad de esa joven, quizás os vuelva a ser útil.

Cuando la figura alada se desvanece completamente, las esferas luminosas que no son otra cosa que las almas hasta el momento prisioneras en el interior del botijo, deciden que también es su momento de marcharse y empiezan a atravesar el suelo, en busca de un último adiós a lo que una vez fueron sus cuerpos.

Completamente a oscuras, en un lugar desconocido y con una ondina desmayada, Naxen, Kert y Dragtar se miran, sin saber muy bien qué hacer a continuación.

 Normas y bases del OrigiReto2019:

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Objetivo: 9.Utiliza un cementerio como escenario para un relato
Objetos ocultos: 

• 1.Una daga de cristal
• 20.Un ángel